Si algo nos ha enseñado la televisión es que no todo lo que brilla es oro. La magia del montaje puede convertir un modesto local en el peor de los infiernos culinarios en cuestión de minutos.
Pero lo que pocos saben es que cambiar de opinión una vez que las cámaras de Pesadilla en la cocina están encendidas puede salir caro, literalmente. Un restaurante ha sacado a la luz el precio de arrepentirse: una multa que no es precisamente simbólica.
El popular programa presentado por Alberto Chicote se ha ganado una reputación por exponer lo peor de la restauración, pero también por rescatar negocios al borde del abismo. Sin embargo, lo que no se ve en pantalla es el compromiso legal que los restaurantes adquieren al participar, algo lógicamente sujeto a cláusulas de confidencialidad.
Cancelar a última hora no solo significa perder la oportunidad de una renovación gratuita, sino también recibir una sanción económica que puede ser un golpe letal para un negocio en apuros.
Como en gran parte de los programas de la tele, Pesadilla en la cocina pone sobre la mesa sus propias condiciones y contempla una multa en el caso de que no se emita el contenido por culpa de los participantes, algo comentado por los dueños del restaurante La Taberneta, que se encontraba en Berga, en el canal de YouTube Cenando con Pablo.
Ambos explican en cómo se vive un rodaje y que de algún modo vivían con el miedo de tener que pagar la multa de, aseguran, al menos 100.000 euros y el suelo del equipo, explica Sensacine. A este dineral hay que sumarle las jornadas de rodaje, muy tensas y de larga duración, a veces hasta la madrugada, cuando el nerviosismo acaba apoderándose de todo el mundo.
Un maquillador de ingredientes
Ambos hosteleros también contaron otros trucos por parte del programa para hacer más espectaculares sus reivindicaciones, como dejar un congelador abierto para que se llene de hielo, e incluso comentan que al aterrizar el equipo aparece una especie de “maquillador de ingredientes” con un spray para echarlo en las tablas y en la freídora.
Esta orquestación también afecta a los clientes, ya que según los hosteleros se monta la llegada de los clientes para que enten todos a la vez, mientras Chicote hace de “mosca cojonera”, de forma que el hostelero se pone nervioso de forma creciente. Las mejoras también dejan mucho que desear, aseguran, pues en su caso jamás llegó a implementarse la carta por no tener sentido con la línea del local.
Foto | laSexta
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