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Maud Ventura: cuando el amor es un exceso insoportable

'Mi marido', debut de la escritora y Premio a la Mejor Primera Novela en Francia, es una audaz disección de las obsesiones, la pasión y los oscuros secretos que arraigan en un matrimonio aparentemente normal

La escritora francesa Maud Ventura.
La escritora francesa Maud Ventura.Zoe Lambs
Actualizado

Vive por y para el amor. Todo su mundo gira en torno a su marido. Tiene un trabajo de profesora de inglés -luego, en casa, traduce a media jornada- y dos hijos. Ha cumplido quince de casada y, contra la norma, sigue anclada al amor disruptivo del inicio. "Quiero a mi marido como el primer día, con un amor adolescente y anacrónico", afirma en su diario. La maternidad incluso le estorba en el idilio.

Mi marido

Traducción de María Teresa Gallego y Amaya García Gallego. Nórdica. 204 páginas. 21,50 €
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Por tanto, el amor es un peso casi insoportable que asfixia cada segundo. Ser viuda, amante o una mujer abandonada es algo más llevadero que lo que ella sostiene: "una relación apasionada y sin obstáculo aparente". El reverso de tanta felicidad es, paradójicamente, "un vacío inmenso" que nada puede colmar, abrumada por la sospecha de no ser correspondida. ¿Cómo llenar lo que ya está lleno?, se pregunta. Por si acaso, lo espía, husmea en sus cosas con el celo de un investigador privado.

Mi marido, de la francesa Maud Ventura (Lyon, 1992), es una disección de las obsesiones y los secretos que arraigan en un matrimonio explotando el tópico de que "las parejas que duran son aquellas cuyo misterio no ha trascendido". La pareja, pues, aparece como un acertijo envuelto en un enigma. Ventura opta por dar voz a la protagonista femenina en los siete capítulos de la novela -uno por día de la semana- para penetrar en su modus cogitandi, que tiende al pensamiento rumiativo y a la sobrerreacción, porque mandan el escepticismo y el pavor a la ruptura. Que en un inocente juego con otra pareja el marido la identifique con una clementina ("una fruta sosa y barata, que no tiene ni el dulzor de la naranja ni la originalidad del pomelo") y a la amiga con una piña (más "estival y exótica") será motivo de debacle emocional.

La autora redunda en los sitios comunes de la "psicología femenina", se ensimisma en las filias y fobias de la protagonista, persiste en su obcecación enfermiza que la convierte en un personaje agotador, hasta el punto de frecuentar la infidelidad los jueves "para aliviar la presión amorosa que recae por entero en mi marido repartiéndola entre varias personas". En un epílogo desconcertante que imprime a la novela algo de thriller al estilo de la película Perdida (Gone girl) se le concede la última palabra al marido para un giro argumental: ¿quién vigila y manipula al otro en verdad?